Capítulo 12.-
De nuevo la tragedia.-
Sudaba copiosamente cuando empecé a conducir camino de la carretera, todo me parecía muy irreal al estar a las once y media de la noche en esa situación por una persona que aunque amigo, era totalmente ajeno a mi vida actual, yo me movía en un ambiente distinto entre empresarios y banqueros, clientes de mi constructora y mis obligaciones con los pagos, ¿Que hacía yo metido ahora en ese monumental jaleo?, la explicación solo la tenía el cariño que desde niño nos teníamos y que desgraciadamente me iba a pasar una gran factura personal...Me quedaba un buen rato de camino y quise relajarme recordando esos buenos momentos que se atesoraban en mi mente de cuando éramos pequeños, tardaba poco en dar con alguno, pues nuestras vidas estaban llenas de anécdotas que recordaba siempre con unas sonrisas por lo gamberro que éramos. Concretamente, recordé una en la que mi preciosa virgen María compañera del portal de Belén, ya era casi una mujer con sus seis años, y otra niña que no recuerdo su nombre, cuando las monjas no miraban, la tomamos de las manos a las dos, urgiéndolas para que se vinieran con nosotros, era el més de febrero de 1956 y yo a mis siete años era todo un D. Juan, estábamos ensayando la obra de Romeo y Julieta. Yo me cogí un buen berrinche y lloros cuando me pusieron a una niña que no me gustaba como Julieta...pero me gustaba mucho el teatro y siempre iba al ensayo, aunque por otra parte si no iba, me llovían los cosquis en la cabeza de la coscorronera de turno...
Aunque pueda parecerlo, no tengo nada en contra de las monjas, tres tias mias lo son.
Sonreí recordando que una vez a solas en el jardín, ensayé mi papel con mi princesa mientras Pedro tomaba de la mano a su niña improvisando sobre la marcha, pues el papel no se lo sabía, yo solo me acordaba de esto...¡Ya se adelantó el día con veloz paso sobre las mojadas cumbres de los montes¡. Ahora tengo que besarte...en realidad el papel decía, ¡Tengo que marcharme¡... y al ponerle las manos sobre los hombros para besarla, nooo, que somos unos niños,no me puedes besaaaar, mientras se ponía los puños en los ojos como si llorara, solo cuando retiró sus manos vi que estaba llorando de verdad...una coscorronera que andaba cerca la oyó llorar y vino como si esas alas le diera poderes mágicos para volar y llevara escondido dentro de la toca una especie de resorte que le infieren un poder sobrehumano para descargar con tanta fuerza sus nudillos contra nuestras cabezas...los que lloramos ahora éramos Pedro y yo con verdaderas ganas, aquello había dolido como si fueras piedras que nos hubiesen caído del cielo...pero mereció la pena tener tan cerca a mi Julieta con esa carita que era como contemplar el arcoiris después de la lluvia...
Me estaba acercando al punto que me había indicado esa señora y mi cara se transfiguró al sentir el peso de la realidad, quería llegar por ver cómo se encontraba, pero por otro lado prefería no saber nada...no podía dejarlo tirado allí en medio de una carretera secundaria tan triste como una vida absurda como la que Pedro a elegido vivir, aunque no creo que nadie elija ese modo de vida, pero si se la buscan por la irracionalidad de sus actos.
Pedro no respondía a mis constantes empujones sobre sus hombros para que despertara, comprendí que no estaba drogado por heroína, seguramente se había atiborrado de trankimazin, unas pastillas que con demasiada ligereza recetan a los drogadictos para dormir y que la utilizan para no sentir el mono y quedarse dormidos, pero en tal cantidad que a veces le produce un fallo cardíaco...
No podía hacer nada por el salvo llamar a urgencias para que le hicieran un lavado de estómago...
mi noche aún no había terminado...Le dí treinta euros a la prostituta para que se buscara la vida lejos de allí mientras llegaba la ambulancia, pues con ella llegaría la policía...y mi noche apenas empezaba.
Ángel Reyes Burgos