Berta, la dama de azul. Sus dos bodas. Capitulo 5.
Las amigas le llamaban la bomba y es que ella era una verdadera bomba, una guitarra española con generosos bustos y muslos, como gustaban a los hombres de aquella época y todas las épocas en que a los hombres le gustaban de verdad las deliciosas mujeres…
A veces en el internado, las demás amigas sentían celos si ella estaba con otra del grupo sin ser invitadas y eso en la actualidad no había cambiado cercana ya a sus cincuenta años. También la más apasionada de todas sin importarle la carne o el pescado, disfrutaba tanto con hombres como con sus amigas, ninguna de ellas tuvo jamás relaciones sexuales con otras mujeres, eso lo reservaban únicamente para el grupo después de tomar el té.
Por su gran apetito sexual, ella no quería casarse con un hombre mayor, aunque sabía que no le duraría mucho ese semental heredero de la familia Osborne, deseaba exprimirlo hasta el último día que cantara la Traviata con el en la cama.
Se sentía enamorada cuando se casó con Bertín, un mozo alto y atlético y curtido por el sol de Andalucía. Su padre por enfermedad, legó a su hijo en vida la mitad de sus posesiones, mataderos, una flota de camiones y grandes supermercados y centros comerciales repartidos por varios países.
Berta era muy celosa y sanguínea y no podía ver como su recién estrenado marido, seguía coqueteando con todas las que se ponían a tiro y se las tiraba…consiguió fotografías comprometedoras de el para chantajearlo pidiéndole el divorcio pero él no lo aceptaba, era la única dama que quería hacer las cosas legalmente…
Como venganza, Berta se lió con su profesor de tenis que le enseñaba los toques del derecho y del revés y eso le encantaba. Le comentó a Lucrecia lo de la petición de divorcio a su marido y ella contesto…nooo, vete de aquí y resuélvelo cuanto antes.
En una de las fincas donde criaban vacas, había una gran zanja abierta con animales dentro en cal viva, muertos por la epidemia del mal de las vacas locas Bertín estaba mirando y lamentando ese espectáculo, ensimismado en sus pensamientos, no prestó atención al todo terreno de Berta que se acerco y lo echó dentro de la zanja, tomó una manguera con un rociador de productos tóxicos y lo vertió sobre el, en dos minutos Bertín moría con los ojos quemándole y mirando a Berta como si hubiera visto un fantasma…por un camino secundario que deba a la finca, su profesor de tenis miraba.
Tomó con la carretilla basculante una gran cantidad de cal y el hombre desapareció por motivos de viaje inesperado permanentemente.
La Interpol aún lo está buscando, ella declaró que su marido había salido de viaje sin decirle donde y su coche jamás había aparecido…
Su profesor de tenis no sabía donde se metía cuando intentó chantajear a Berta por que la vio empujar con su coche al marido en la zanja y sabia donde estaba el, podía decírselo a la policía y se quedaría para siempre en la cárcel.
Quedó con él un domingo a las tres de la tarde para darle el dinero del chantaje…fue a las dos de la tarde que solo estaba el encargado en los corrales de los cerdos donde hay al lado un procesador de carne con una tolva y un triturador y le dio libre toda la tarde.
Cuando llegó su chantajista, le pregunto, ¿tienes el dinero? Y ella sin decir palabra, abrió su cartera supuesta-mente para dárselo y sacó una pistola y le disparó directamente a la cabeza, lo izó con la carretilla elevadora hasta la boca de la trituradora y la puso en marcha, cuando salió por la otra parte convertido en carne de hamburguesas, se la echó a los cerdos y disfrutó un rato mirando como comían…solo pensó, ¡Maldito cabrón, me has dejado con la entrepierna en cuarentena¡ sonrió por su propia ocurrencia.
Berta no era mujer de cuarentenas prolongadas y esa misma noche llamó a la casa de Rosario, al amanecer había olvidado a su apuesto marido y a su profesor de tenis…
Álvaro era propietario de fábricas de quesos en Burgos, la leche procedía de su propio ganado, vacas y ovejas que se criaban en dos fincas de su propiedad en la sierra. No tenía familia pero si una afección coronaria grave que le obligaba a llevar marca-pasos, a sus setenta y ocho años. Conocía a Berta hacia ocho meses y desde entonces quería cambiar los quesos por la carne fresca de la muchacha. Cuando ella se quedó viuda le hablo claro…
Berta, soy un hombre mayor, ya me ves y además muy enfermo, quiero terminar mis días contigo y como no tengo descendientes, te lo dejaré todo a cambio de que te cases conmigo. Voy a durar poco y necesito terminar mis días acompañado…no te pido que me quieras, solo necesito tu compañía…eso le decía mientras pensaba en Berta la primera noche de boda en su cama ordeñándola con su desdentada boca…ella dijo que si quiero…a su pequeña fortuna.
Fue el marido que menos duró, apenas unos minutos, no se fiaba de las intenciones del viejo y contrató al fantasma que le hacia los trabajos sucios a Lucrecia.
El liquidador, se apostó en un lateral de la iglesia al lado de una columna a salvo de miradas y cuando el viejo dijo si quiero y se dieron un beso, acciono un disparador de microondas de su bolsillo dirigido hacia Álvaro, echándose las manos al pecho con muestra de dolor, cayó fulminado al suelo…el veredicto fue fallo del marca pasos y la compañía fabricante los sustituyó todos del mercado. Aparte de la fortuna del viejo, cobró del seguro 750.000 euros…
Las damas tenían suficiente dinero para tomarse unas largas vacaciones y dedicarse a tomar el té.
El éxito de la operación de estas damas se debía a Lucrecia, jamás sustituyeron o cambiaron a los directores de las diferentes sucursales o casas matrices de las empresas. El presidente del consejo de administración y altos ejecutivos seguían en sus puestos, de esa forma se evitaban problemas con esos tiburones y ellas se limitaban a cobrar cada año las pequeñas fortunas que sus diferentes empresas generaban…
Ángel Reyes Burgos
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