Sueños y recuerdos.-
Esa noche me costó mucho dormir, le daba vueltas a la cabeza y me decía que no podía dejar a Pedro a su suerte, tenía que buscar la manera de ayudarlo a superar su adicción y verlo de nuevo triunfador y sonriendo, con la cabeza me negaba a mi mismo esos pensamientos que me resultaban utópicos, días atrás había estado comentando su problema con una asistenta del servicio de drogodependientes de Cáritas y me comentó que muy pocas personas se recuperaban de ese problema, recordé sus palabras y me sentí deprimido. Urgué en mis recuerdos para traer a mi mente ese niño que conocí y por un momento conseguí ahuyentar de mi mente la tristeza y me quedé con sus sonrisas sonando dentro de mi alma mientras mis lágrimas desaparecen y el sueño se apoderaba de mi vigilia.
Sentí un fuerte coscorrón sobre mi cabeza dado por la hermana Sor Patricia, Pedro y yo exclamamos a la vez, ¡hay¡ mientras nos llevábamos la mano al chichón que ya empezaba a notarse y a doler. Las monjas tenían una especial habilidad para hacerte merecedor de una colección increíble de señales sobre la cabeza, que solo se notaban cuando por algún capricho de los piojos, se cebaban en los niños empeñandose en utilizar tu cabeza como centro de reunión y festín para su supervivencia, la única ventaja que teníamos entonces es la de no asistir a clase, el inconveniente era que te dejaban la cabeza como un espejo pulido cuando sin piedad te afeitaban hasta los pensamientos. Yo ya era en esa época muy presumido y hasta que no me salía el pelo, procuraba no cruzarme con las niñas del internado de la vergüenza que me daba, pues aún estando en edificios separados, el jardín era una zona de encuentro para esos acercamientos infantiles que tanto buscábamos
Precisamente, ese fue el motivo del coscorrón de la monja, en un descuido cuando estábamos solo Pedro y yo, nos llevamos a la preciosa Laura al jardín apartándonos de los demás y allí comenzamos a jugar a los médicos, estaba en plena faena con una ramita en la mano con la falda levantada de Laura para ponerle una inyección para que se pusiera buena y las dos manos de la monja se descargaron a la vez con fuerza sobre nuestras cabezas, Nunca pude comprender si las monjas se materializaba como por arte de magia junto a nosotros, pues jamás las oíamos llegar, o era que se transmutaban en cuervos y llegaban volando para sorprendernos con sus nudillos hechos de acero...
Me desperté con la mano sobre la cabeza en el sitio que me dolía por ese chichón que hacía años me había ganado en el internado, pensé en ese detalle con tanta realidad, que me sorprendió sentir hasta el dolor de un hecho que se había producido tantos años atrás. Despierto, seguí pensando en esos recuerdos que me hacía sentir tanta alegría y poco a poco volví a la realidad al recordar al Pedro actual tan diferente de aquellos tiempos en que todo era más fácil y nuestro cariño no estaba ensuciado por los desgraciados acontecimientos.
De nuevo evoque esa triste imagen de él sentado en el suelo preparando su droga y las lágrimas como por arte de magia hicieron su aparición para destrozarme el alma...tomé una pastilla suave para dormir porque sabía que me seria muy dificil volver a hacerlo en ese estado tan triste en el que quedé con el último recuerdo, quise volverme a dormir pronto y soñar con esos años en el internado y poder alimentar a los pajaritos que se caían de los nidos y que yo me llevaba en una caja de zapatos para ponerlo bajo mi cama y alimentarlos con migas de pan mojado que me ponía en los labios para que la tomaran...con eso en mi mente, poco a poco me quedé dormido...
El teléfono me hizo volver a una realidad más dura que la de los sueños, me llamaba la trabajadora social de Cáritas para decirme que a Pedro lo habían internado en la unidad de Psiquiatría del hospital por un intento de suicidio, se encontraba en coma, el corazón me dio un vuelco y sin duchar me vestí a toda prisa para irme al hospital...
Ángel Reyes Burgos