Historia 5.- El hombre de las rosas.
Ágata movía lentamente el café absorta en los remolinos que producía con la cucharilla, parecía ajena a todo pero sus pensamientos no dejaban de dar vuelta alrededor del apuesto barón que unos minutos antes se había sentado en el velador cercano de la terraza de la cafetería el paraíso...
El hombre vestía elegantemente y por su porte y forma de sentarse, parecía estar acostumbrado a moverse en habientes de la alta sociedad. Sabía que no se equivocaba cuando un chófer uniformado se acercó desde una limusina aparcada enfrente para entregarle una rosa roja.
Ella era asesora y socia de un gran bufete de abogados y estaba vestida con un traje de chaqueta y falda que le daba un aspecto de tiburón de los negocios, sus grandes ojos negros se iluminaban con el brillo de la inteligencia y eso a muchos hombres suele acobardarlos, pero no a Diógenes, marqués de la cañada y conde de las sierpes, que a sus cuarenta años, conocía las montañas más alta de la sociedad y las más sórdidas...
El marqués con la rosa en la mano, parecía titubear mientras miraba a la dama a hurtadillas y por fin se decidió y se levantó dirigiéndose a la mesa de Ágata.
Disculpe señorita, no he podido evitar reunir a dos bellezas de la naturaleza y entregándole la rosa, hizo gesto de volver a su mesa, ella le pidió que se sentará un momento pues tenía que ir al juzgado más tarde y tenía tiempo para dedicarle a ese apuesto y amable caballero.
Con mucho gusto y tendiéndole la mano se presentó, me llamo Diógenes, encantada, yo soy Ágata, pero en lo de señorita anda algo errado, soy casada y tengo dos preciosos hijos...
Eso no mermó la decisión del hombre que con una gran sonrisa le dijo, el casamiento tiene una solución. Ella coreo con su sonrisa lo que parecía ser solo una broma, aunque le recorrió un escalofrío por la espalda.
Mantuvieron durante quince minutos una amena conversación que en el fondo preocupaba a Ágata, pues ese hombre cada vez le parecía más fascinante y eso entrañaba cierto peligro para una mujer que jamás había puesto los ojos en un hombre que no fuera su marido.
Cuando iban a despedirse, él le habló de un precioso jardín japonés que se hizo construir recientemente en la mansión y que le encantaría algún día enseñárselo y ella dijo que algún día lo conocería.
Durante tres semanas se llamaron casi a diario para saludarse y algo iba creciendo en el interior de Ágata, aunque se resistía a aceptar sus invitaciones para salir a cenar. La noche que por fin salió con el, le pareció un sueño, había hecho instalar en el jardín japonés de su mansión, una mesa con preciosas rosas rojas y una gran fuente con langostas y mariscos variados y ya que se había decidido, no pensaba desaprovechar la noche...amaneció desnuda en los brazos de Diógenes con sentimiento de culpa, que acalló haciendo el amor en la gran bañera que había junto al dormitorio...
Ágata sabia que se estaba enamorando locamente y eso le preocupaba, pero más le preocupaba, el que el jamás hablaba de su vida privada y le dejaba la sensación de que algo le ocultaba. Decidió hablar con un fotógrafo dedicado a levantar infidelidades para que lo siguiera, se llevó una gran sorpresa cuando al cabo de un mes el fotógrafo la visito llevándole cinco fotografías, una que se había tomado automáticamente de la cámara que instaló en su dormitorio y cuatro más que encontró en sus cajones...en las cinco aparecía una mujer desnuda y atada a la misma cama que ella reconocía y entre sus labios sujetaban una rosa roja...
La rabia y el dolor se mezclaban a partes iguales por que ella le había hablado a su marido de su amante y le pidió el divorcio y se dio cuenta que había arruinado su matrimonio por un miserable...
Con la mente fría, una noche en el dormitorio después de hacer los preparativos necesarios, Ágata le dijo que quería jugar a algo más atrevido y le pidió que se desnudara, lo amarró a la cama por las manos y las piernas y le vendó los ojos...disolvió varios somníferos en vino y se lo dio a beber, cuando estaba dormido le puso una rosa entre los labios y con hilo de pesca le cosió la boca a la rosa y se sentó a esperar que despertara...con los labios hinchados por la gran aguja que había utilizado y el grueso sedal, tenía un aspecto repugnante...
Empezó a notar el movimiento del cuerpo al despertarse y su agitación al sentir el dolor, le quitó la venda de los ojos y pudo ver frente a él las fotos de cinco mujeres desnudas atada a la cama con una rosa y varios recortes de prensa informando de la desaparición de esas mismas mujeres.
Diógenes se sentía horrorizado al entender lo que estaba pasando...ella le preguntó señalando a las fotos, ¿me quieres explicar que es esto?...ummm, ummm, ya se, pobre hombre, no puede hablar...
Tomó del botiquín una botella de alcohol y se lo hecho por la boca...esto es para que no se te infecte...
Diógenes se retorcía del dolor en la cama y la miraba como si contemplara al mismo diablo... Tomó el teléfono y llamó a un amigo de la brigada de homicidios para contarle donde estaba ese asesino pidiéndole no la involucrara en la investigación...
Ágata se marchó a su casa y se metió en la bañera para limpiarse toda la suciedad que sentía en el cuerpo y en el alma y después se acurrucó junto a su marido diciéndole que si le daba el divorcio lo mataba, el sonrió y le dio un apasionado beso y firmaron las paces hasta el amanecer...
Ángel Reyes Burgos
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