Historia 23.- Muy, muy cabrón.
He conocido hombres muy cabrones en la vida, pero Fermín se lleva la palma... Tenía una mujer, Carla, que no solo lo amaba, lo adoraba y por mucho que le advirtieran sobre las malas acciones de su marido, ella simplemente las ignoraba porque, ¿quién iba a saber mejor que ella como era su marido?, también al fin y al cabo, sus amigas solo eran unas arpías celosas de su felicidad y segura querían destrozar su matrimonio...
Solo, que al pensar sobre eso se preguntaba... ¿Qué van a ganar ellas con eso?...además, recordando sus amistades que eran desde el colegio, siempre les demostraron que la querían de verdad.
Al recordar esa cuestión, su mente se envolvía en un torbellino de pensamientos catastróficos, llevándole a una espiral cada vez más profunda de dudas que le hacía caer en continuas depresiones.
Le costaba hablar de esas cosas con su marido, sabia cuanto detestaba el los celos y se quedaba sin respuestas a las preguntas que siempre pugnaban por salir de su cabeza.
Como arquitecto, Fermín está muy considerado en Sevilla, tiene un estudio de arquitectura de los mejores frente al estadio rojo y blanco, una cuenta numerada con muchos ceros de la que se siente orgulloso y sobre todo, le permite convencer a su mujer que no necesita trabajar y que la quiere en casa que es donde según él, es donde debe estar la mujer...
Pero la realidad va encaminada por otro sitio, siempre tuvo un gran problema de inestabilidad emocional a nivel de su bragueta, que le ha hecho continuamente buscar las inestabilidades en otros tangas inquietos...si de por sí ya la inestabilidad de una persona sexualmente agresiva es grave, cuando se suma a la de una fémina tormentosa, los truenos, rayos y centellas, no se hacen esperar.
Fermín se la estaba dando con queso a Carla desde hacía mucho tiempo y ella como buen ratón, se tragaba todo el queso y la multitud de excusas que él le daba tras pasar muchas noches fuera.
Casi todas esa noches de ausencias, las justificaba con su partida de cartas en casa de su amigo Ángel, que estaba bien aleccionado para cuando ella llamara confirmara que estaba con él, si insistía en hablar por teléfono con su marido, o había salido a por tabaco, bebidas o cualquier otra cosa.
Así Ángel, tenía la oportunidad tras colgar ella, de llamar a su amigo para que el llamara a su mujer para confirmarle que ya había llegado de nuevo para seguir jugando a las cartas...aunque la llamada la hacía desde la casa de algunas de sus amantes mientras permanecía desnudo en un cuerpo a cuerpo...
La mujer de Ángel que estaba al tanto de tantos engaños, se sentía humillada, pues Carla era su mejor amiga desde la época del instituto y ambas sabían del cariño que se profesaba una a otra.
Tuvieron muchas peleas por ese asunto, pero ya se sabe que los hombres se tapan unos a otros y las mujeres suelen hacer lo mismo, las peleas no resolvían nada...Nati, la mujer de Ángel, le pidió en muchas ocasiones que se lo contara todo a Carla, pero él no quería ni oír hablar del tema...
La última vez que habló con él se trazó un plan, haría que Carla supiera del proceder de su marido, cuando los hombres estaban jugando a las cartas, ella se fue a casa de su amiga, le contó toda la historia...después de oír a su amiga, llamó por teléfono a casa de Ángel, el estaba en el baño, podía si quieres llamar dentro de un rato...
Sin dilación, las dos se montaron en el coche de Nati y ella lo condujo hasta un chalet propiedad de Fermín, rodearon el edificio de una sola planta hasta dar con un dormitorio iluminado, Carla tomó una piedra del jardín y la arrojó con toda su rabia y la humillación que sentía en ese momento... el soltó a la yegua que estaba cabalgando sobre la cama y con expresión aturdida exclamó...pero, pero que pasa, que haces aquí...Te he llamado y me dijeron que estabas en el baño y solo quería comprobar en que baño...el empezó a decir, no es lo que parece...ella solo dijo, ni te molestes y dando media vuelta abandonaron la casa...
Carla se lo pensó muy fríamente, vivía con todo tipo de lujos sin trabajar y no iba a renunciar a eso, pero su marido lo pagaría caro...a partir de entonces jamás se quedaba en casa cuando su marido salía, se puso en contacto con una agencia de acompañantes y al cabrón de su marido lo hizo, muy, muy cornudo por lo muy, muy cabrón que había sido...
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