Capítulo 16.-Carnicería en la aldea
Antes de que amaneciera, conocedor de las intenciones de los aldeanos, el hombre tomó a sus bestias para poner rumbo a la aldea que se encontraba desprotegida, allí solo había un hombre de guardia, siete mujeres y tres niños, todos se habían congregado en dos chozas contiguas para minimizar en lo posible el peligro si los hombres no tenían éxito en su empresa. Sin carga y más ligeros que los aldeanos, en doce hora estaban a la entrada de la aldea, era las 18.00 hora y ya estaba oscureciendo, se apostaron a las afuera a esperar que todos estuvieran durmiendo.
El hombre que vigilaba fuera de las chozas, intentaba quitarse el frío a base de orujo, la fuerte bebida pudo con él y se quedó profundamente dormido…es lo que esperaba ese bestia para ir hasta donde estaba y descargar su maza con tanta violencia que le aplastó el cráneo dejando parte de los sesos al descubierto, el vigía ni se enteró…
Entró en la choza más cercana con su perra favorita y ese engendro que tenían por hijo, al andar caminaba erguido y tenía ya la altura de su padre, solo cuando corría lo hacía a cuatro patas.
Al macho lo envío a la otra choza con la hembra joven, tan sanguinaria como su padre y sus hermanos…los gritos de las mujeres y los niños siendo mordidos y golpeados solo me podían hacer recordar al infierno de Dante. Los perros no mataban inmediatamente, se limitaban a morder y desmembrar para que murieran desangrados y aterrados por el dolor, las mujeres fueron las que sufrieron más por ser más consciente de lo que le estaba sucediendo y morían con el terror dibujado en sus rostros.
No se comieron a sus víctimas, el hombre no se lo permitió, quería dejarles un claro mensaje a los aldeanos si conseguía regresar alguno, porque sus intenciones eran las de acabar con todos.
A la mañana siguiente en las cercanías de la cueva, Lucrecia seguía teniendo ese mal presagio sin saber aún lo que había sucedido en la aldea, preparó al grupo y se fueron directamente a la entrada de la cueva, era muy peligroso entrar y prendieron fuego a la zarza espinoso y cubierta de resina que ardía con facilidad, producía mucho humo por la humedad, todos se apostaron con las armas que tenían delante de las llamas esperando que el humo los hiciese salir, las llamas se consumieron, el humo se disipó y de la cueva no salió nadie, esperaron tres horas mas con los rostros contrariados hasta que Lucrecia se atrevió a entrar con muchas precauciones, pero esas precauciones eran innecesarias por que la cueva estaba totalmente vacía…
Lo más peligroso para el grupo era quedarse en ese sitio a esperar a que volvieran y Lucrecia propuso ir a la otra cueva y dejar a dos hombres apostados a lo lejos para avisar al grupo si esos asesinos regresaban, en cualquier caso, los hombres tenían que regresar al grupo al anochecer…Un búho entró en la cueva con una ardilla enganchada en sus garras, estaban a una hora de la media noche y el presagio de Lucrecia se materializó en ese búho, veía en sus grandes ojos, dos hombres gritando de terror mientras eran devorados por unos perros, supo que jamás los vería con vida…
Ángel Reyes Burgos
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