La detención del turco.-Capitulo 18
Dos policías que habían terminado su servicio en una comisaría de Casablanca, salían del vestuario a la calle para dirigirse a tomar unas copas a un bar de la avenida, al pasar junto a un vehículo un hombre sentado al volante leía aparentemente el periódico, a uno de los policías le pareció un rostro conocido y sacó de su bolsillo unas cuantas fotografías y tocó en el brazo al compañero…una de las fotos estaba calificada como muy peligroso…el compañero asintió con la cabeza, si, es ese hombre.
Siguieron adelante hasta rodear el vehículo por detrás y cada uno se dirigió a una puerta.
Se produjeron varios disparos seguidos desde la acera de enfrente… en la puerta de una joyería, dos individuos disparaban contra un coche de donde asomaba una mano en alto con una placa de policía y la pistola en la otra.
El turco fue a salir del coche para ayudar a sus compañeros sin haberse percatado aún de los agentes que vestían de paisano, la puerta se cerró violentamente sobre sus piernas y los hombres le encañonaban con sus armas. Lo esposaron boca abajo y desde esa misma posición comenzaron a disparar, uno de los individuos cayó al suelo mientras el otro retrocedía dentro.
Levantaron al turco y se dirigieron al coche desde donde se había disparado y un agente que se presentó como policía de aduanas, le pidió que le entregara al turco reclamado por la policía española. Los agentes dijeron que tenía que esperar ordenes de sus superiores y llamaron a la central para solicitar ayuda y una ambulancia.
El lugar se llenó rápidamente de coches y agentes de diferentes cuerpos de la seguridad del estado y un pequeño vehículo blindado del que salieron hombres armados hasta los dientes y protegidos con cascos y chalecos antibalas.
Un mercedes negro, recogió al turco y se lo llevó a la comisaría donde pertenecían los dos agentes que le habían detenido.
El turco llegaba al día siguiente fuertemente escoltado a la jefatura superior de policía de Sevilla, en un primer interrogatorio, dijo que no conocía de nada a Berta, pronto le tiraron por tierra sus declaraciones cuando la policía les mostró otras de testigos trabajadores de la finca en el que reconocían al turco como el hombre que con una furgoneta descubierta llevaba piensos y otros productos a la finca.
El fiscal hizo un trato con el, firmaría una declaración de culpabilidad incriminando a Berta en el pago de servicios para encubrir el asesinato de su marido o lo juzgarían por cómplice de asesinato…el turco accedió y firmo…
En media hora, el fiscal tenía una orden firmada por el juez para detener a Berta por asesinato. Su fotografía apareció en las cadenas de televisión y la prensa, no había un lugar público donde no la mostraran y una Lucrecia abatida lloraba amargamente sola en su casa.
En su mesa, el fiscal repasaba testimonios y pruebas para el juicio contra la dama, tomó un pequeño sobre transparente que contenía una bala encontrada dentro de los intestinos de un cerdo comprado por un comerciante a la ganadería propiedad de Berta y se preguntaba, ¿A quién mató esta bala?...dos hombres habían desaparecido de la finca en los mismos días, uno su marido sin dejar rastro y otro el profesor de tenis, se afirmó así mismo que solo con la confesión de Berta sabría la verdad después de tantos años.
Lucrecia en su casa, recogía de la caja fuerte todas las cintas grabadas de sus orgías y conversaciones comprometidas y las echaba en un incinerador de basura.
Se dirigió a los tres bancos donde guardaba otros vídeos y el que se hizo con el senador para chantajearlo, pensó que con Tomas muerto, ya no le serviría de nada, pero algo le preocupaba, después de ese accidente de la galería donde murió el senador y cuya cinta acababa de destruir, ella no vio ninguna noticia en prensa o televisión sobre su muerte, no le parecía lógico que un hombre público que llegó a presentarse a la presidencia, pudiera haber pasado desapercibido de esa forma…algo no le cuadraba…
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