Historia 14.- En el infierno
Salvador estaba siempre despotricando contra su mujer, no miraba si estaban solos o acompañados y le dijo tantas veces que era un demonio que poco a poco su vida se vio sumida en un infierno.
Y lo más absurdo del caso, es que por cosas muy triviales la emprendía con ella haciéndole sentir una inútil. Muchas veces se metía en su cuarto a llorar sin comprender muy bien las exageraciones de su marido, si la tostada estaba más pasada de lo que le gustaba, imbécil, mira que tostada...su ropa tenía que estar como si la estrenara, sus zapatos inmaculados, porque Salvador se creía el centro del universo y su mujer tenía que rendirle pleitesía a su excelsa persona.
Antes de nacer su hijo durante el embarazo, Adriana era una mujer estable emocionalmente y saludable, pero su parto se complicó y estuvo un mes en el hospital, Salvador fue solo una vez a verla para decirle que cuando iba a salir, que el no lo podía hacer todo en casa y además necesitaba desahogarse por que un hombre no puede estar así mucho tiempo...
Cuando se marchó del hospital, Adriana lloro como jamás lo había hecho, se sentía sola y desconsolada y una enfermera le dio una capsula para que pudiera dormir, pues entre el niño que era muy llorón y su estado emocional, le impedía conciliar el sueño. Por su gusto se hubiera quedado en el hospital, temía el momento de enfrentar de nuevo la situación.
Cuando le dieron el alta, llegó a su casa y dispuso de todo el día para preparar las cosas del niño lavar la ropa que le había comprado por qué pensaba que cualquiera sabe si rodaría por el suelo de la tienda antes de que ella se la llevara. Dio varias veces de comer al niño, lo cambio otras tantas y lo meció para que se callara más veces de las que sus brazos podían aguantar...
Cuando llegó Salvador en la noche con pinta de haberse tragado un barril de cerveza, lo primero que dijo fue, ¡niña, que hay de cenar¡...no se acercó a darle un beso ni mirar al niño, no dijo nada pero un dolor infinito se reflejaban en sus ojos...
No he tenido tiempo de hacer cena, el niño me ha acaparado todo el tiempo.
¿Pero qué dices?, un mes en el hospital y ahora voy a seguir como si estuviera solo, eres una inútil y una holgazana, no sé cómo pude casarme contigo...
Caliéntate algo por favor, no puedo con mi alma...
Bueno está bien pero a partir de mañana te pones las pilas, mira como tienes la cocina y toda esa ropa sucia en el lavadero.
Pero no seas injusto Salvador, llevo un mes fuera de casa y todo eso lo ensuciaste tú...
Ahora me vas a echar la culpa a mi imbécil, voy a cenar algo y dando un portazo se va...
Cuando Adriana se acuesta eran las doce de la noche y su marido roncaba como un cerdo por que había seguido bebiendo en casa y ella intentando no molestarle se acuesta al lado.
El enseguida se da la vuelta y quitándose los calzoncillos le dice, ya está aquí mi palomita y este pichoncito te va a devorar.
Salvador por favor, no puedo, sabes que he tenido complicaciones con el parto y estoy en tratamiento para remitir la infección que traigo.
Pues por detrás...jamás hicimos eso ni lo vamos a hacer, además estoy destrozada.
A ti sí que te voy a destrozar yo so guarra y poniéndola boca abajo intento forzarla.
Adriana se resistía y viendo lo que iba a ser inevitable, tomo la botella de güisqui y se la echo encima y con el encendedor que estaba en la mesilla le prendió fuego...
Ella se abrazó a él para que no se levantara y juntos ardieron hasta bajar a los infiernos…
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