Historia 26.- Tatuajes
Rosalía se hizo un pequeño tatuaje en el hombro que a su marido Salvador no le gustó, tuvieron una fuerte discusión y le dijo que eso de los tatuajes era cosa de putas y de niñatas...Mira, yo soy un hombre formal y serio, con un puesto de trabajo importante y no voy a permitir ser el hazmerreir de la gente por tu culpa...
Salvador tu divagas, sabes que siempre estoy en mi sitio y un tatuaje no va a cambiar mi manera de ser, me he tatuado tu nombre con una mariposa diciendo te amo, no creo que puedas tener duda a quien va dirigido y lo que piensen los demás a mi no me importa, siento que seas tan inseguro...
¡Yo inseguro¡ por pensar que mi mujer parece una cualquiera con tatuajes...a partir de ahora te pones vestidos que te tapen los hombros, no quiero volver a verlo...
Rosalía toma su bolso y se va a la calle, al cabo de tres horas se acerca a su marido y se quita la blusa, en la espalda tenía un tremendo y bello tatuaje y él se queda con la boca abierta...pero como has podido después de lo que te dije esta mañana...lo que me dijeras esta mañana a mi no me importa, sabes que te amo, pero no voy a permitir que coarte mi libertad y me digas que tengo que hacer o dejar de hacer con mi cuerpo, no pensaba hacerme más tatuajes, pero tu intransigencia me ha llevado a hacérmelo para dejarte clara mi libertad...
Salvador la toma con fuerza y la tumba sobre el piso, arranca la cuerda de la cortina que tenia al lado y la ata, una vez inmovilizada va a por un baño con agua, estropajo y jabón y empieza a restregárselo fuertemente sobre los tatuajes...le hace daño y llora de impotencia, la piel le empieza a sangrar y el sigue...no voy a parar hasta borrártelo, ella grita de dolor pero el impasible sigue con la tortura.
Cuando Rosalía pierde el conocimiento y el ve que la piel había desaparecido, la acuesta y le cura su maltrecha piel...
Cuando ella se recuperó no dijo nada, no quería hablar con él solo que la dejara tranquila, pero ella no quedaría tranquila hasta que el infame de Salvador pagara por lo que había echo...
A él le gustaba dormir la siesta y ella preparó unos somníferos machacados que echo sobre la leche caliente que se tomaba antes de irse a su cuarto, quizás se había pasado pensó, por que al verlo caminar parecía un sonámbulo. Espero cinco minutos y lo siguió hasta su cuarto donde roncaba profundamente dormido...era el momento y llamó por teléfono a su tatuador...
En quince minutos su marido estaba siendo tatuado, una serpiente en la parte derecha de su rostro que le ocupaba desde la frente hasta la barbilla.
En la parte izquierda arrancaba desde el cuello dos testículos donde nacía un grueso falo que apuntaba en medio de su boca...la tatuadora se le quedo mirando y le dice, ¿no crees que te has pasado?, ella sin inmutarse se quita la camisa y le enseña su espalda sin piel...se lo merece, dice...
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