Capítulo 13.-Empieza la cacería
Tal como había acordado con Lucrecia, Javier entró de madrugada en su choza cuando todos dormían, el herrero que estaba haciendo la última guardia, estaba roncando y con una botella de orujo sobre su pecho, se echó a dormir un rato hasta que el toque de campana de Lucrecia le diera vía libre para presentarse a sus vecinos y contarles todo lo sucedido con la muerte de su mujer y su hija.
A la salida del sol, Lucrecia se fue a la zona de reuniones de la aldea debajo de la campana y la hizo sonar insistentemente, rápidamente los aldeanos se reunieron junto a ella para ver que pasaba, había miedo en los ojos y Lucrecia los tranquilizo de inmediato diciéndoles que no había peligro inminente, que el motivo de llamarlos era por el asunto de los asesinatos de la familia de Javier y que iban a saber por el mismo quien los había matado…Una ola de murmullos se extendió entre los presentes, se levantó una voz, ¿es que Javier está en la aldea?, si, pero tenía miedo de vuestra reacción sin conocer los hechos y pensando la mayoría en su culpabilidad y yo me ofrecí para apaciguar los ánimos y deciros que hablará ahora con vosotros…todos callaron cuando con voz firme y autoritaria Lucrecia llamó…Javier, puedes salir.
Desde detrás de su choza, un Javier visiblemente abatido y demacrado se fue hasta donde estaban reunidos y se puso junto a Lucrecia…le acosaron enseguida a preguntas que casi eran una acusación y le sonaban a insultos… ¿Qué has hecho con tu familia?...
¿Donde están tus amigos que te acompañaban?...Lucrecia mando silencio a todos, era una mujer de carácter y la primera aldeana y todos las respetaban…Javier está aquí para explicarse y vino por propia voluntad, déjenlo hablar.
Todos sabéis que mi hija desapareció cuando estaba en el río, hicimos una partida de búsqueda y esa misma noche cuando estábamos durmiendo junto a una hoguera, me despertó un ruido, eran dos perros que mataron a dos de mi acompañantes destrozándole la garganta y un hombre con aspecto de salvaje primitivo, de dos golpes con una gruesa raíz terminada en forma de maza, le destrozaba el cráneo a otro…conseguí meterme entre unos arbustos para desaparecer rápidamente…
Les contó cómo había caído en una trampa y ese infernal ser, le clavó la cabeza que tenia de mi hija Eva María en una pica frente a mis ojos, yo regresé cuando pude salir del agujero a la aldea para contaros los hechos, pero me encontré con mi mujer rajada, nuestros pequeños arrancados de su vientre y su cabeza que no estaba porque me la llevó a mí como un macabro presente…volví inmediatamente al monte a buscar y dar muerte a ese degenerado ser y a sus sanguinarios perros.
Lucrecia fue a buscarme y contarme lo que pasaba en la aldea y aquí estoy no solo para contaros la verdad, si no para pediros ayuda y preparar una batida en firme para cazar a esos salvajes…Todos asintieron y se ofrecieron para la cacería…
A la mañana siguiente todos estaban concentrados junto a la campana, solo quedaban tres escopetas en el pueblo, las otras se perdieron en la primera batida cuando los hombres fueron asesinados. Un heterogéneo grupo de armas aparecieron, hoces, hachas, grandes cuchillos, rastrillos, todo lo que se pudiera utilizar como arma, cargaron un burro con provisiones y salieron como en una cofradía camino del linchamiento…
Ángel Reyes Burgos
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