Aquellos días felices, el gato con botas.-Capítulo 8.



Capítulo 8.-

Aquellos días felices, el gato con botas.-

Las situaciones por las que pasan las personas, se viven de diferente forma dependiendo de la manera de ser del individuo. Cuando le he hablado a alguien de que me crié en un hospicio, me dicen ¡pobrecito, que mal lo tuviste que pasar¡..., nada de eso, mis recuerdos son bellos, incluso con tantos castigos como me llevé por mis travesuras. Aquí en esta fotografía fue donde me bauticé, en la iglesia del internado que como todo él, era una obra de arte y una belleza. 

Quizás un niño no pueda apreciar esas cosas, pero yo seguí visitando la casa cuna por años por mis hermosos recuerdos olvidando los castigos, la mala comida...recuerdo que mi madre suple con algo extra, pues trabajaba en ese centro y aunque por más de dieciocho horas al día por su obligación de darle de mamar a otros niños y la prohibición de las monjas de que me diera un trato especial para no hacerle sentir mal a otros niños, la tenía cerca de mi.
También hice mi primera comunión en esa hermosa iglesia.

Yo no creo tener una memoria especial, es `posible que el que recuerde tantos detalles por un lado es porque fueron muy bonitas mis experiencias y por otro, mi madre me estuvo hablando toda la vida de un montón de cosas que se me quedaron grabadas de por vida y para siempre...

Una de ellas, es el día que nevó en Sevilla y mi madre me compró unas botas altas blancas con las que me encantaba pisar la nieve. Mi amigo Pedro que en esa epoca tenia como yo cuatro años, no tenía y decidimos que los dos utilizaríamos esas botas, Fuimos todo un espectáculo para las monjas y las trabajadoras de la casa cuna cuando yo salí con una bota en el pie derecho y Pedro la otra en el izquierdo, a mi enseguida me pusieron el gato con botas, protagonista de un cuento infantil y me pase horas llorando cuando ya la nieve se había derretido y me obligaban a ponerme el calzado normal...

A veces he pensado en que era normal que me sintiera feliz en ese sitio, teníamos una bonita piscina, comedor de verano entre jardines y mesas de piedra, un comedor de invierno y todo el conjunto era realmente hermoso...

Ademas tenia a ese gran amiguito Pedro que de mayor al ver fotos del colegio, sospechaba que era mi hermano de lo mucho que se parecía a mi, aunque mi madre me sacó de esa duda cuando me contó que a Pedro lo habían dejado en el torno unos días después que yo recién salida mi madre del hospital de dar a luz entrara en la casa cuna por un contrato de trabajo...nunca conocieron a los padres de Pedro. Era habitual en esos años de la posguerra que tantas necesidades había y las madres solteras no podían alimentar a sus hijos, los dejara en el torno de la casa cuna, como un giraplatos de un hotel de lujo, pero en este lugar solo eramos niños dejados a nuestra suerte...

Es el mismo amigo que estaba mirando cuando dormía plácidamente en el sofá de mi casa empezando a sudar de preocupación por mi pregunta que no supe responder...¿que hace a las 12.00 de la mañana durmiendo en el sofá, cuando se suponía tenia que estar en la calle buscando trabajo?
Un escalofrío me recorrió la espalda al recordar el comportamiento de mi anterior inquilino, no tendré mas remedio que estar muy pendiente de sus andaduras, si no me quería ver obligado a echarlo de casa, en esta ocasión seria más doloroso para mi...no quise molestarlo, pero en cuanto se despertara hablaría con el y le propondría llevarlo a hacerse un doping...el solo hecho de pensarlo me dolía, si llegara a tener una recaída, puede que esta vez no saliera con vida...

Ángel Reyes Burgos

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